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De la prehistoria a la pasarela: la épica pero trenzada historia del tejido y el crochet

Actualizado: 9 ene




Nuestra relación con los hilos viene de lejos. Cuando el ser humano dejó de perseguir gazelles por la sabana y sentó la cabeza, miró alrededor y se dijo “epa, esto de cubrir mis vergüenzas con hojas no mola nada”.



Fue entonces cuando tuvimos nuestro primer small talk con agujas y lanas de sospechosa procedencia.

Los arqueólogos cuentan que allá por el neolítico, en cuevas que olían a zombies cavernícolas, existían ya prendas de vestir tejidas con lana y fibras naturales.


Incluso se han encontrado agujas fabricadas en huesos (esperemos que no humanos) ¡Hasta tenían géneros textiles diferenciados! Sin duda la prehistoria era más moderna de lo que creíamos.



Con el paso de los siglos el tejido fue mejorando, a la vez que petardos como fenicios, sumerios y egipcios desarrollaban tintes y técnicas para crear auténticas obras maestras textiles. ¡Si hasta Tutankamon fue enterrado con más de 90 tipos de tejidos de lino! Menudos estilosos nuestros ancestros.



La cosa se puso aún más técnica en la Edad Media gracias a telares más complejos capaces de tramar bellísimos brocados dignos de la mismísima Galadriel de El Señor de los Anillos. Y hablando de moda y anillos, los europeos volvimos locos a los chinos al descubrir la seda y llevárnosla “prestada” para crear nuestras mejores galas medievales. ¡Todo sea por el buen gusto!



El siguiente hito llegó con la revolución industrial cuando la manufactura textil dijo “¡Basta de artesanías!” y se montó sus propias fábricas de costura masiva impulsada por la máquina de vapor. Entre humaredas, las camisas dejaban de ser un artículo de lujo para convertirse en un producto para las masas. La moda rápida empezaba a coser sus reales.



Y el crochet en todo este tiempo, se preguntarán. Pues como buena técnica semi-secundaria fue el último mono en apuntarse a esta jungla de agujas e hilos. Eso sí, en apenas dos siglos se plantó en lo más alto tras partir de la nada misma (o al menos eso dicen). Y es que dicen las malas lenguas que allá en 1800 y pocos, unas agujas corvas traídas de oriente dieron la idea a alguna costurera ociosa de imitar los tejidos de punto por puro aburrimiento. ¡Nació el crochet tal cual lo conocemos!



Primero se hizo un huequito creando delicadas mantelerías que alegraban meriendas y largas sobremesa. Pero su consagración llegó hace poco, al cruzar la pasarela de la mano de marquesas de la aguja e hilo como Miuccia Prada o Alexander McQueen. ¡Quién nos iba a decir a nosotras, las abuelas tejedoras, que nuestra milenaria tradición convertiría al crochet en tendencia indie y hortera del siglo XXI!


Y colorín colorado, este cuento de mods y hilos aún no se ha acabado. La épica historia de agujas, ganchillos y telas continúa tejiendo nuevos retazos día a día. ¿Cuáles serán los próximos capítulos? ¿Con qué nuevas técnicas, diseños y materiales nos sorprenderá? Habrá que seguir enrollando el ovillo para descubrirlo.



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